El proceso jurídico de Cristo (conclusión)
Podemos establecer a lo largo de este análisis, exclusivamente histórico y no teológico, que hubo una colaboración material e instrumental (como los solados romanos que debían ejecutar la sentencia) de parte de los cabecillas del pueblo judío en el proceso de Cristo. Por supuesto que sin muerte de Jesús en la cruz no hay redención y sin sentencia de judíos y romanos, no hay salvación. Pero se deben diferenciar bien estos dos planos, pues una cosa es la causa final y teológica de la pasión Jesús (la salvación de la humanidad a causa del pecado) y otra la causa eficiente histórica que la ejecutó; no hacer esta distinción hace que uno a veces termine confundiendo los planos
, como lo hace uno de los autores a quien hemos seguido –Blinzler- al decir: “…deberíamos declararnos culpables a nosotros mismos, pues el pecado es humano y no judío ni romano”.
Las siete palabras de Jesús en la cruz –palabras dichas conscientemente al Padre Celestial- así lo atestiguan: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; Nuestro Señor no maldijo, sino que pidió perdón para sus verdugos y los causantes de Su muerte.
Aunque suene “históricamente incorrecto decirlo” no podemos sino recalcar con Cristo que la principal responsabilidad recae sobre los cabecillas del pueblo elegido: “El que me ha entregado a ti tiene mayor pecado” (Jn 19,11). Estos judíos podemos dividirlos en dos clases: los miembros del Sanedrín[1] y la masa del pueblo. (“Es tu nación y los pontífices quienes te han entregado a mí…” (Jn 18,35).
Los jefes y toda la clase dirigente del Sanedrín: veían en la popularidad de Jesús un peligro para su propia posición de autoridad ante el pueblo. Especialmente los saduceos creían que si seguía creciendo el movimiento del Galileo, sería de temer una intervención de los romanos que acabase con la relativa independencia de la nación que todavía existía. No olvidemos que Jesús había conquistado la malquerencia y el odio de los sanedritas, especialmente de los fariseos, por la particularidad de su mensaje religioso. Como el mismo Evangelio nos dice que Pilato “sabía que era por envidia que lo habían entregado a Jesús” (Mt 27,18), de allí que el Padre Leonardo Castellani repitiera a menudo que la gran lucha de Cristo, su papel primordial, fue luchar contra el fariseísmo o el vaciamiento de la religión verdadera.
La plebe, la masa ingente que se presentó el Viernes Santo no se hizo sino solidariamente responsable con los dirigentes (de allí que su culpa sea menor) pues, de no haber gritado “¡crucifícale!”quizás Pilato no lo hubiese condenado, pero no por esto se los debe declarar libres de culpa; su ignorancia fue culpable pues a pesar de haber visto “hechos, milagros y signos”, no creyeron. San Mateo dice que “todo el pueblo gritó: que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt 27,25). Ahora bien, podríamos preguntarnos. ¿A quién se refiere el evangelista que escribe para los hebreos cuando dice “todo el pueblo”? ¿acaso a algunas personas, la mayoría, o una minoría como afirman algunos exégetas? La Escritura es clara y precisa, dice “todo” el pueblo. Muchas veces los Evangelios mencionan al “pueblo” en singular y en plural, y en ninguno de ambos casos es sinónimo de “algunas personas”.
El mismo Evangelio nos dice que la multitud era tal que Pilato pensó en una posible sedición. Esta masa de gente (pas jó láos) ante la cual se lavó las manos apenas pudo ser contenida por una legión de aproximadamente 500 soldados, evidentemente se trata de una multitud importante y no de “algunos”, además debemos tener en cuenta que estamos cerca de la Fiesta de la Pascua, días donde la afluencia de gente venida de todos lados a causa de la diáspora, en Jerusalén debía ser muchísima. En fin, “riesgos” de la democracia…
Comentando esta frase, el gran historiador Giuseppe Ricciotti nos dice: “Fue expresada de común acuerdo por los guías espirituales del judaísmo y por una representación del pueblo de Jerusalén, es pues una voz popular y representativa, una voz absolutamente oficial, resultado del deseo tanto de los jefes como de los miembros, tanto del sanedrín como del pueblo…” . Un exégeta conocido, Joseph Schmid, afirma que: “Los judíos (y la expresión “todo el pueblo, “toda la nación” representada aquí por los miembros del Gran Concejo y la masa presente, es una cosa puesta intencionalmente por el evangelista) declararon solemnemente asumir ellos mismos y sus sucesores la responsabilidad sobre su sangre, de la muerte de Jesús. Es así que el pueblo judío se maldijo a sí mismo; pues es la sangre de su Mesías sobre la cual él asumió su responsabilidad. Vosotros habéis despreciado la protección de Dios. El castigo que golpeó a los habitantes de Jerusalén por su rechazo obstinado del amor divino, consistió en el hecho de que su casa, su ciudad o Templo fue abandonado por Dios. Dios se retiró de ellos. Jesús solamente dice que la casa será abandonada por Dios, pues la oración está en pasivo, y no por sus habitantes. La destrucción del Templo será el signo exterior evidente del abandono y repudio divino”.
La discusión es eterna y, por lo general nadie quiere entrar hoy en ella pues el sólo hecho de pensar estos temas lo meten a uno fuera del sistema.
Junto a los judíos también es responsable Pilato, al mandar a azotar al acusado a pesar de estar convencido de su inocencia y al sentenciarlo a muerte. Debemos tener en cuenta que es el único juez de la historia que lo declaró inocente y en varias oportunidades: “Yo no encuentro en él ningún motivo que sea digno de muerte”, etc. Luego, por segunda vez, les declaró la inocencia: “Vosotros me habéis traído a este hombre como excitador del pueblo a la revuelta; yo lo interrogué delante vuestro y yo no encuentro el él motivo alguno de los crímenes que vos lo acusáis; ni Herodes tampoco pues él me lo ha reenviado. Vosotros lo veis, nada que merezca la muerte ha sido probado contra él”. Todavía otra vez más es declarada su inocencia cuando, después de que los judíos le pidiesen la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús, el Gobernador les replicó: “¿Pero qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él motivo alguno de muerte”. Por fin, pidió agua y lavándose las manos delante de los judíos dijo: “Yo soy inocente de la sangre de este justo, a vosotros os toca responder”.
Como atenuante podemos decir que Pilato actuó bajo presión de los fanáticos judíos, incluso el Evangelio nos dice que actuó “lleno de temor” y en otro momento que lo mandó azotar “con la intención de salvarle”. Además en su proceder contra Jesús no obra “por propio impulso” o “por envidia” como los judíos, sino en el desempeño del poder. Como gobernador tenía el deber de conservar el orden y evitar la posible sublevación, lo que hizo, a pesar de la justicia.
Concluyendo, hay una participación jurídica y formal tanto de judíos como de romanos en la ejecución de Jesús. Fueron ambos grupos los que cumplieron con el misterio de la muerte del Justo, por la cual nos vino la salvación.
P. Javier Olivera Ravasi
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ANEXO: Posible sucesión cronológica del proceso de Cristo
(marzo del 782 de la era romana)
1) Proceso Religioso ante el Tribunal Judío:
Vísperas del jueves 13 por la noche (viernes para los judíos).
Prendimiento y arresto de Jesús en el Huerto.
Conducción ante el sumo pontífice: Anás (interrogatorio sobre sus discípulos y su doctrina, bofetada).
Negación de Pedro en el patio interno del Palacio (alrededor de las 3.00 hs.).
Reunión de todo el Sanedrín con Caifás (interrogatorio sobre su pretensión de Mesías, acusación de falsos testigos, rasga sus vestiduras).
2) Viernes 14: de la segunda semana de Nisan
Al amanecer (6.00) conclusión de la sesión del Sanedrín, todos sentenciaron la muerte de Jesús por el delito religioso de “blasfemia”, lo escupieron, velaron su rostro y lo abofetearon. Luego lo condujeron al pretorio.
3) Proceso Político ante el Tribunal Romano:
Entrega de Jesús a Poncio Pilato. Acusación sobre la pretensión de ser Rey y ampliación de 3 cargos por delitos políticos (“subleva al pueblo desde Galilea”, “impide pagar tributo al César” y “se dice Rey de Israel”).
Antes Herodes Antipas: discusión sobre la competencia o jurisdicción por el lugar donde s han cometido los supuestos delitos. Interrogatorio, acusación de los sumos pontífices, silencio de Jesús, burlas. Se lo devuelve a Pilato con un manto resplandeciente).
Vuelta a Pilato. Liberación de Barrabás.
4) Flagelación
Escarnio: coronación de espinas, manto púrpura y cetro; bofetadas y presentación al pueblo: Ecce Homo.
Presión y gritos de la muchedumbre. “¡Crucifícalo!”. Pilato busca liberarle pero los judíos gritan: “no eres amigo del César”.
Poco antes del mediodía (12.00 hs.) Sentencia de muerte de Pilato (según San Juan).
Poco después del mediodía: Jesús carga con la Cruz, luego, ejecución en el Gólgota y reparto de las vestiduras.
Inmediatamente después de las 15.00 hs.: muerte de Jesús y comienzo de los preparativos para su sepultura (trámites de José de Arimatea; le llevaron quizás dos horas).
Por la tarde, alrededor de las 18.00 hs.: conclusión de la sepultura.
[1] Un detalle no menor es lo que narran los ex – rabinos luego conversos y ordenados sacerdotes, los hnos. Lemann sobre la Mishná: “Sin duda no son auténticas todas las tradiciones judiciales consignadas en la Mishna. Varias han sido alteradas, exageradas y hasta inventadas por los rabinos, deseosos de hacer valer la equidad del Sanedrín. Sin embargo, un número considerable de ellas son verdaderas y datan de la antigua Sinagoga. Para distinguir esas verdaderas tradiciones judiciales de las falsas, hay la siguiente regla infalible: siempre que se encuentra en la Mishna una ley judicial que ha sido violada en el proceso de Jesús, se puede afirmar que viene de la antigua Sinagoga (la que lo condenó), es decir que no ha sido alterada por los rabinos. Estos, en efecto, se han forzado por modificar en la legislación hebrea todo lo que, a los ojos de la posteridad, podía acriminar la conducta del Sanedrín respecto de Jesucristo. Luego cuando han dejado subsistir en los escritos antiguos una ley abiertamente violada respecto de Cristo, es que, consagrada por el tiempo y la popularidad, no había medio de desnaturalizarla” (Hnos. Lemann, El Proceso de N. S. Jesucristo, Santa Fé, Buenos Aires 1901, 91).