Tribunas

Cómo callar a un obispo y que ocurra lo contrario

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo, en Covadonga.

 

 

 

 

 

 

No han sido sólo los políticos que gobiernan el Principado de Asturias los que han intentado, con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Covadonga, acallar al arzobispo del lugar, monseñor Jesús Sanz Montes, el obispo español que mejor maneja las figuras retóricas, literarias.

En este movimiento de amenazas, cumplimientos, incumplimientos, de asistencias y ausencias, de presiones, críticas por sistema y sin sistema, han participado también determinados medios de comunicación.

Nada nuevo. Lo llevan haciendo desde hace tiempo, con poco tino, con la pretensión de amedrentar o de provocar una decisión de la autoridad competente.

Uno de los grandes enemigos de un periodista, y del periodismo, es la autocensura. En la Iglesia no es bueno el silencio cómplice, como hemos visto con casos recientes de quiebra de la coherencia evangélica como el de la pederastia.

No desvelo nada nuevo si digo que don Jesús, con su aire franciscano, con su verbo rápido, que implica un pensamiento previo tan rápido como su palabra, se está convirtiendo en referente de una parte no desdeñable del catolicismo español, incluso por la repercusión mediática de lo que hace o dice. Esto puede gustarnos más o menos, pero es así.

No hace muchos días me contaba un sacerdote que acaba de incorporarse al presbiterio asturiano lo bien que se sentía acogido por don Jesús, lo fáciles que hacía las cosas. Entiendo que esto ocurre también en otras iglesias particulares.

He leído por cierto el segundo episodio de esta reciente historia, la homilía que pronunció el arzobispo de Oviedo en el día de la fiesta.

Una homilía en la que se refirió al “encuentro de más de 600 jóvenes asturianos el primer sábado de mayo, o los 2000 que acudieron de toda España en las jornadas eucarísticas y marianas de comienzo de julio, o los más de 1600 que vinieron de Europa acabando ese mes. Anoche volvieron a llenar esta Basílica en una preciosa vigilia de oración”.

No es ya sólo la cuestión del arzobispo, su persona. De lo que se trata es de lo que está ocurriendo en Covadonga, o de lo que Covadonga está suponiendo para el catolicismo, principalmente para el sector de los jóvenes. Este dato es el que pone de los nervios a no pocos.

Además. Covadonga no es sólo Covadonga. Covadonga, para las expresiones, legítimas, de esa forma de experiencia cristiana que se está configurando, es parte de un eje que tiene otros polos y en el que también están inmersos, en una dinámica de renovación y reconfiguración de la propuesta cristiana en esta sociedad cambiante, otras diócesis. A esto antes se le llamaba vitalidad evangelizadora.

Me refiero, por ejemplo, a Toledo. También tendría que hablar de alguna de las diócesis del sur de España.

Un movimiento que nada tiene que ver con la España católica, que lo ha dejado de ser hace mucho tiempo. Tiene más que ver con lo católico en España.

Por lo tanto, calma y pluralismo eclesial que nace de que el Espíritu sopla donde quiere y como quiere. No vayamos a caer en la tentación de decirle al Espíritu lo que tiene que hacer.

Y sobre todo, libertad en la expresión privada y pública.

 

 

José Francisco Serrano Oceja