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León XIV invita a todos los cristianos a celebrar juntos los dos mil años de la muerte y resurrección de Jesús: una peregrinación común hacia el Jubileo de la Redención de 2033 en Jerusalén
02/12/25 | Marta Santín
La razón principal del primer viaje apostólico del Papa León XIV a Turquía fue celebrar el 1. 700 aniversario del Concilio de Nicea. "Tuvimos esa magnífica celebración, muy simple y, sin embargo, muy profunda, en el sitio de una de las antiguas basílicas de Nicea, para conmemorar el gran evento del acuerdo de toda la comunidad cristiana y la profesión de fe, el Credo Niceno-Constantinopolitano", dijo el Santo Padre a los periodistas en el vuelo de Estambul a Beirut.
- Unidad cristiana y diálogo interreligioso
- Una invitación clave: El Jubileo de la Redención 2033
- Llegada a Turquía: Erdogan y un gesto de apertura
- İznik (Nicea): 1.700 años después del Concilio
- Declaración Conjunta y visión de unidad en Estambul
- La polémica visita a la Mezquita Azul: silencio, respeto… sin rezar
- Primer día en Líbano: oración por la paz y esperanza
- Un viaje simbólico, teológico y cargado de esperanza
l Papa León XIV visita la Mezquita Sultán Ahmed,
también conocida como "Mezquita Azul",
comenzando el tercer día de
su primer viaje apostólico a Turquía.
Unidad cristiana y diálogo interreligioso
Ante 81 periodistas presentes en el vuelo papal, León XIV agradeció a toda la organización, y muy especial al gobierno de Turquía y al presidente Erdogan. "Estuve muy feliz de tener los diferentes momentos que tuvimos con las distintas Iglesias, con las distintas comunidades cristianas, con las Iglesias Ortodoxas, que culminaron esta mañana con la Divina Liturgia con el patriarca Bartolomé, así que fue una celebración maravillosa". Con estas palabras dirigidas a los periodistas en el vuelo de Estambul a Beirut, el Papa resumía así su experiencia en Turquía.
Este primer viaje apostólico internacional de León XIV (27 de noviembre–2 de diciembre de 2025), que lo llevó primero por Turquía y luego al Líbano, ya comienza a ser interpretado como un símbolo vivo del deseo de unidad cristiana, diálogo interreligioso y de un nuevo impulso de paz en regiones marcadas por la división, la guerra y la fragilidad.
Una invitación clave: El Jubileo de la Redención 2033
Antes incluso de tomar el avión rumbo a Ankara, el Papa había dejado claro que su peregrinación no sería un acto aislado, sino el inicio de un camino espiritual compartido. Así lo plasmó el editorial firmado por el director del medio vaticano, Andrea Tornielli, titulado En Jerusalén, humildemente como hermanos”. En él, subraya que León XIV “ha invitado a todos los cristianos a realizar juntos un viaje espiritual. Una peregrinación común hacia el Jubileo de la Redención de 2033, con la perspectiva de un regreso a Jerusalén, a los orígenes de nuestra fe.”
Tornielli recuerda que este viaje marca un nuevo rumbo del papado, donde la “unidad” y la “paz” son ejes inseparables: celebrar la fe común en Cristo, sí, pero también buscar la reconciliación y la hermandad en un mundo fragmentado.
Llegada a Turquía: Erdogan y un gesto de apertura
El 27 de noviembre, el trayecto entre Roma y Ankara marcó el inicio del primer viaje apostólico del pontificado. En su discurso ante autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático, León XIV apeló al diálogo, al pluralismo y a la convivencia pacífica, llamando a Turquía a ser “puente” de paz en una región sacudida por conflictos. Dijo, en concreto, que “una sociedad está viva si es plural” y defendió la libertad religiosa y el papel de la mujer como indicadores de una convivencia rica y diversa.
Este discurso, cargado de sensibilidad social y respeto cultural, fue también interpretado como un reconocimiento de la identidad contemporánea de Turquía, con mayoría musulmana pero presencia de minorías cristianas, y una invitación a la tolerancia y al respeto mutuo en un mundo fragmentado.
Erdoğan, por su parte, expresó su satisfacción por la visita del Papa, resaltando el valor del diálogo interreligioso. En sus palabras ante los periodistas turcos después del encuentro, el Papa destacó que Turquía —a pesar de sus diferencias religiosas y étnicas— puede ser un ejemplo de convivencia y pluralismo, lo que calificó de “un elemento valioso” de su visita.
El mensaje era claro: este viaje no era solo para los cristianos, sino un gesto simbólico hacia todos, creyentes o no, anclado en el respeto mutuo, la paz y la apertura.
İznik (Nicea): 1.700 años después del Concilio
Al día siguiente, 28 de noviembre, el Papa se trasladó a İznik —antigua Nicea— para conmemorar el 1700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico (año 325), evento decisivo para la formulación del Credo que aún une a cristianos de Oriente y Occidente.
En la orilla del lago que bordea la ciudad, ante los restos actuales de la antigua Basílica de San Neófito se reunieron representantes de Iglesias ortodoxas, católicas orientales y otras comunidades cristianas. El Papa presidió el acto junto al Bartolomé I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, además de los primados de otras Iglesias orientales —como los de la Iglesia Armenia Apostólica—, obispos y delegaciones ecuménicas de diversos ritos.
Durante ese momento, León XIV lanzó una advertencia teológica clara: alertó contra la tendencia a reducir a Jesucristo a “una especie de líder carismático o superhombre”, una distorsión que, a su juicio, vacía el sentido auténtico de la fe. En su lugar, instó a redescubrir a Cristo como Hijo de Dios, fundamento vivo de la fe cristiana.
Con estas palabras, León XIV llamó a redescubrir a Jesús no como figura ejemplar, sino como Verdad, como Dios hecho hombre, fundamento de la fe cristiana. Fue una afirmación de doctrina en territorio históricamente vinculado al inicio de la confesión cristiana universal.
Esta celebración —en el mismo suelo donde hace 1.700 años se debatió y definió el Credo que sigue uniendo a católicos y ortodoxos— subrayó la continuidad histórica de la Iglesia. Para León XIV, no se trataba de un acto nostálgico, sino de una invitación a renovar la fe común, a mirar hacia adelante unidos.
La firma de la Declaración Conjunta
entre el Papa León y Bartolomé
(@Vatican Media).
Declaración Conjunta y visión de unidad en Estambul
El 29 de noviembre, en Estambul, tuvo lugar uno de los hitos más esperados del viaje: el encuentro oficial con Bartolomé I en la Catedral Patriarcal de San Jorge. Allí, Papa y Patriarca celebraron juntos una Doxología —una alabanza litúrgica a Dios— seguida de la firma de una Declaración Conjunta.
El documento, histórico por su símbolo, afirma sin ambigüedades que la unidad entre cristianos no es un ideal abstracto, sino una misión concreta: “Nunca usar el nombre de Dios para justificar guerras y violencia”. Y añade que la meta de la unidad cristiana incluye “contribuir de manera fundamental y vivificante a la paz entre todos los pueblos”.
Asimismo, ambos líderes expresan su determinación de avanzar hacia una comunión plena, caminando juntos “por el bien común y para el testimonio del Evangelio en el mundo contemporáneo”.
En su intervención, León XIV recordó que su presencia en Turquía tiene un significado que trasciende lo local: “Al recordar aquel acontecimiento tan significativo (el Concilio de Nicea) … nos sentimos alentados en nuestro compromiso de buscar la restauración de la plena comunión entre todos los cristianos”.
Por su parte, Bartolomé I expresó su gratitud, señalando que este gesto marca una nueva etapa: un ecumenismo no formalista, sino vivo, que busca “unidad en la verdad y en la caridad”.
Este momento —la Doxología más Declaración Conjunta— se erige como uno de los símbolos más claros del >mensaje central del viaje: que la comunión entre iglesias no es una opción secundaria, sino un imperativo de fraternidad, testimonio y misión.
Por la noche, el Papa celebró la Eucaristía con la comunidad católica de Estambul en el Volkswagen Arena, mostrando su deseo de acompañar y fortalecer a esa minoría cristiana en un país de mayoría musulmana.
Homilía del Papa León XIV,
en la Santa Misa en el Wolkswagen Arena (Turquía).
La polémica visita a la Mezquita Azul: silencio, respeto… sin rezar
Uno de los momentos más comentados del viaje fue la visita a la emblemática Mezquita Azul de Estambul. A diferencia de sus predecesores —como Benedicto XVI en 2006 o el Papa Francisco en 2014— que rezaron allí como gesto simbólico hacia el mundo musulmán, León XIV decidió no orar.
Según Vatican News, la visita fue vivida “en respeto, silencio y recogimiento”, sin un acto religioso público. El Papa entró, se descalzó como marca la tradición, recorrió la mezquita y mostró respeto, pero no rezó.
Lo que no se sabe —porque no ha sido explicado oficialmente por el Vaticano— es la motivación concreta para no rezar: no hay declaración que aluda a razones doctrinales, diplomáticas o de protocolo.
Esta omisión ha generado interpretaciones externas: algunos observadores sugieren que el Papa quiso priorizar la comunión cristiana ante el mundo ortodoxo y católico, más que gestos simbólicos hacia el Islam. Otros lo ven como un prudente cálculo diplomático, aunque sin confirmación oficial.
En su comunicado de prensa tras el vuelo a Beirut, León XIV agradeció nuevamente a Turquía su acogida, destacando las cualidades de un país donde, pese a las diferencias religiosas y culturales, es posible la convivencia pacífica.
Sea cual sea la interpretación, la decisión de no rezar —un gesto notablemente diferente al de sus predecesores— ha sido posiblemente el símbolo más discutido de todo el viaje, y marca un posible cambio en el estilo del pontificado: menos gestos interreligiosos mediáticos, y más énfasis en la unidad cristiana interna.
Primer día en Líbano: oración por la paz y esperanza
Ayer, 1 de diciembre, en Beirut y sus alrededores, comenzó la primera jornada de su estancia en suelo libanés. El Papa se dirigió al Monasterio de San Marón, en Annaya, para venerar la tumba de San Charbel Makhlouf. Ante sus restos, oró en silencio, pronunció una plegaria por la paz y pidió la intercesión del santo para “la Iglesia, el Líbano y el mundo”. Y dijo: “Mis predecesores – pienso especialmente en San Pablo VI, que lo beatificó y canonizó – lo habrían deseado tanto.”
Cientos de miles las personas le esperan en las calles. Gritan, ondean banderas, aplauden y esperan al Papa que recorre el trayecto de Beirut a Annaya en papamóvil.
Más tarde, en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano, en Harissa, se reunió con obispos, sacerdotes, consagrados y agentes pastorales. Allí escuchó testimonios del sufrimiento de tantas familias marcadas por la crisis, la guerra, la migración y las desigualdades. Frente a ellos, León XIV lanzó un mensaje de esperanza: la Iglesia debe ser “puente de misericordia, solidaridad y fraternidad”, llamada a servir, acompañar, acoger.
El Papa en el monasterio de Annaya
en su segundo día de visita al Líbano
(@Vatican Media). (ANSA).
Un viaje simbólico, teológico y cargado de esperanza
Este primer viaje apostólico del Papa León XIV —a Turquía y Líbano— se revela ya como una apuesta profunda por la unidad cristiana, la paz, el diálogo y el testimonio.
La invitación al Jubileo de la Redención 2033, con la propuesta de una peregrinación común a Jerusalén, marca un horizonte espiritual ambicioso: una llamada a reconstruir la comunión entre cristianos de todas las tradiciones, no como nostalgia, sino como misión de fraternidad.
Sus gestos en Turquía —desde la visita a İznik, pasando por la Doxología y la Declaración Conjunta con Bartolomé I— apuntan a un ecumenismo real, no meramente simbólico; un ecumenismo centrado en la fe común en Cristo, el respeto mutuo y el compromiso por la paz.
Teológicamente, su advertencia contra la reducción de Cristo a “superhombre” y su insistencia en la profesión de fe nicena recuerdan que en el fondo de este ecumenismo está el núcleo central del Evangelio: Jesucristo, Hijo de Dios, fundamento de la fe y la unidad.
Su opción por no rezar públicamente en la Mezquita Azul —aunque visitarla con respeto— sugiere una redefinición del estilo papal: menos gestos interreligiosos vistosos, más foco en la comunión cristiana y la misión compartida. Esa decisión, aunque polémica, podría indicar un giro hacia un ecumenismo más interno, más centrado en la Iglesia y menos en el simbolismo hacia otras religiones.
En Líbano, su presencia humilde, orante, solidaria, ante santos y comunidades heridas por la guerra, revela la dimensión de pastor: que no rehúye el sufrimiento, sino que acompaña, consuela, espera. Su mensaje de paz, fraternidad, esperanza y dignidad —en un país castigado— resuena como un llamado profético.
Finalmente, este viaje marca un punto de inflexión: el pontificado de León XIV —a pocos meses de su elección— ya define sus prioridades: unidad, fe, diálogo, paz. Y más allá de los titulares, parece buscar raíces profundas: volver a Cristo, volver a Jerusalén, volver a ser Iglesia.