Opinión

La lógica de lo pequeño

 

José María Alsina Casanova


El Papa en la Catedral Estambul.

 

 

 

 

 

En su reciente viaje a Turquía, el Papa volvió a subrayar una verdad que atraviesa todo el Evangelio y que, sin embargo, colisiona con la mentalidad contemporánea: la lógica de lo pequeño. En el corazón de Estambul, en la catedral del Espíritu Santo, el Pontífice se dirigió al reducido grupo de cristianos que mantiene viva la fe en Turquía, y les recordó que la Iglesia nunca ha dependido de grandes cifras para ser fecunda. Su fuerza -insistió- nace del modo discreto en que Dios actúa: desde abajo, desde lo que no impresiona, desde aquello que el mundo tiende a considerar insignificante.

El Papa invitó a mirar esta comunidad minoritaria “con los ojos de Dios”, para descubrir que la historia de la salvación avanza mediante gestos humildes, raíces escondidas y fidelidades que no buscan reconocimiento. Cada vez que la Iglesia se deja arrastrar por la lógica del prestigio, de la influencia o del poder, se aleja del estilo divino.

Esta enseñanza adquiere un relieve especial en este tiempo de Adviento. Nos disponemos a celebrar una Navidad que anuncia, precisamente, que la fuerza de Dios se manifiesta en la fragilidad de un niño nacido en un portal, sostenido solo por la ternura de una familia humilde. Nada más contrario a la lógica del mundo. Y, sin embargo, ahí -en lo mínimo, en lo vulnerable, en lo que pasa desapercibido- comenzó la historia que cambió la historia. Esa misma paradoja es la que el Papa reconoce hoy en esas pequeñas comunidades cristianas dispersas por el mundo: discretas, pequeñas, pero luminosas.

Mientras meditaba sobre estas palabras, un amigo me invitó a escuchar la conferencia que Fabrice Hadjadj pronunció en la clausura del Congreso Católicos y Vida Pública del año pasado 2024. La escuché con gran interés y me sorprendió la claridad con la que este filósofo francés conecta, desde otro ángulo, con la misma intuición de fondo: la importancia decisiva de lo pequeño frente a los gigantes de nuestro tiempo.

En su intervención -formalmente centrada en “el reto de vivir en este tiempo”- Hadjadj afirmó que el verdadero desafío para el cristiano hoy no consiste simplemente en analizar o combatir las dificultades del mundo actual, sino en vivir según los principios del Evangelio, incluso cuando eso implique ir contracorriente. Recuperó la imagen bíblica de David y Goliat, no para invitar a un combate cultural estridente, sino para advertir del peligro de emplear “las armas del enemigo”: las armas del poder, de la eficacia inmediata, de la lógica dominante. Según Hadjadj, uno de los errores de nuestro tiempo es intentar vencer a los gigantes culturales, tecnológicos o ideológicos adoptando precisamente sus métodos. Pero David -recordó- venció al gigante renunciando a la coraza y a la espada que querían imponerle. Su fuerza no estaba en el tamaño, sino en la fe.

Hadjadj señaló, con su estilo característico, que vivimos en una sociedad saturada de dispositivos, algoritmos y soluciones cada vez más grandilocuentes, y que, sin embargo, lo verdaderamente humano -y también lo verdaderamente divino- suele germinar en espacios modestos: un hogar, una conversación, un gesto gratuito, una decisión tomada en silencio. Por eso insistía en que los grandes desafíos de nuestro tiempo -culturales, espirituales, sociales- no se resolverán mediante macroestructuras, sino recuperando comunidades vivas, pequeñas obras y vínculos reales capaces de irradiar luz desde dentro.

Volviendo al mensaje del Papa a la minoría cristiana de Turquía, y en sintonía con este tiempo de Adviento, se nos invita a recuperar esa clave de lectura: lo pequeño es un lugar teológico, un modo de estar en el mundo según el Evangelio. Si queremos ser fecundos, quizá no debamos empeñarnos en crecer según los criterios del mundo, sino en descender; no en ganar, sino en perder; no en conquistar, sino en servir. Para que crezca Aquel que descendió a la humildad de nuestra carne, y para que venza Aquel a quien corresponde toda gloria y poder.

Esta es la verdadera enseñanza del momento: la esperanza no vendrá de la grandilocuencia, sino de la humildad; no del ruido, sino del silencio fecundo; no de lo imponente, sino de lo pequeño. Como en Belén. Como en Turquía. Como siempre que Dios se acerca.

Agradecemos a León XIV y a Hadjadj este “aviso para caminantes” … para quienes queremos dirigirnos a Belén. ¡Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador! Entremos en la lógica de lo pequeño.