Colaboraciones
El fútbol
11 enero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
El deporte es un lugar donde los resultados no importan, lo importante es el esfuerzo, la alegría, la ilusión y la sana rivalidad puesta para conquistar el éxito. El deporte es un lugar de encuentro, de amistad y de solidaridad que supera cualquier barrera de lengua, raza y cultura. El deporte forja el carácter, enriquece nuestras amistades y contribuye a construir un mundo mucho más solidario, más alegre, donde uno intenta pasárselo bien y hacer que sus competidores disfruten.
El valor educativo del deporte y los valores humanos y espirituales que de su práctica se derivan son incalculables. Un buen deportista que pretende ser recordado por algo más que el mejor gol, la carrera más peligrosa o el sprint más espectacular, además de jugar limpio tiene que ser correcto en las formas, noble de espíritu, con grandes dosis de sentido del humor, leal con sus compañeros, dócil a su entrenador, obediente para aceptar las decisiones del árbitro, sacrificado por el bien del equipo, fiel a sus colores, además de modesto y paciente cuando triunfa, sereno cuando pierde, y generoso con sus seguidores.
«Los ejercicios y manifestaciones deportivas… ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso de la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre hombres de todas las clases, naciones y razas» (constitución pastoral Gaudium et spes, 61).
No hace mucho nos encontramos con unas reflexiones de Benedicto XVI (1927-2022) sobre el fútbol que nos parecieron muy interesantes. Fueron publicadas en 1985, en las previas del Mundial de Fútbol de México que se jugó en 1986 y volvieron a circular por las redes sociales cuando el mundial en Brasil atrapaba una vez más la atención de millones de personas en todo el mundo.
Ratzinger lo explica muy bien:
«Me parece que la fascinación del fútbol está esencialmente en el hecho de que obliga al hombre a imponerse una disciplina de modo que obtenga con el entrenamiento el dominio de sí mismo; con el dominio, la superioridad, y con la superioridad, la libertad. Además, le enseña, sobre todo, una camaradería disciplinada: en cuanto a que es un juego de equipo obliga a la inserción del individuo en el equipo. Une a los jugadores con un objetivo común; el éxito y fracaso individual están en el éxito o fracaso colectivo».
El fútbol permite construir amistad, cercanía y divierte. En palabras del Papa Francisco (1936): «El balón se convierte en un medio para invitar a personas reales a compartir amistad, a encontrarse en un espacio, a mirarse a la cara, a desafiarse mutuamente para poner a prueba sus habilidades. Queridos amigos: el fútbol es un juego de equipo, ¡no se puede divertir solo!». El Papa recuerda que en una sociedad donde el individualismo es muy apreciado, el fútbol reafirma la importancia del nosotros.
El fútbol es el deporte más bello del mundo.
El Papa Francisco insiste en que el fútbol es ante todo un juego y debe seguir siéndolo.
El fútbol es, sin duda, un deporte apasionante, no sólo porque despierta pasiones, sino sobre todo por la casi infinita gama de posibilidades técnicas, tácticas y habilidades que se despliegan en un campo de juego. Con mucha sabiduría y profundidad afirmó san Juan Pablo II (1920-2005) acerca del fútbol que es «una forma de juego, simple y complejo a la vez, en el que la gente siente alegría por las extraordinarias posibilidades físicas, sociales y espirituales de la vida humana». Es decir, las reglas son claras y las metas a alcanzar fáciles de entender, pero resulta sumamente complejo lograrlas, siendo necesario para ello mucho esfuerzo, entrega, disciplina, inteligencia y estrategia. Y eso nos permite descubrir el fútbol, bien practicado y vivido, como un camino de humanización, de crecimiento personal y comunitario.
Hay que ayudar a humanizar cada vez más al fútbol.
La cultura del fútbol ha generado una subcultura de violencia, maltrato, agresión, riñas, discusiones, discordias, sectarismo, racismos, adulteraciones, discriminaciones y rivalidades que desvirtúa la intención educativa con que dio origen al fútbol en las escuelas de Inglaterra durante los siglos XVII y XIX.
Un inventario de valores que se pueden aprender jugando al fútbol: humildad, unión, cohesión, disciplina, respeto, obediencia, alegría, celebración, amistad, compromiso, convivencia y muchos otros que se derivan de la experiencia de juego.
¿De qué sirve la confianza, la seguridad en los resultados, si el futbolista no le pone Amor a su entrenamiento, a los partidos, a su equipo, a sus compañeros de equipo, a su técnico, a sí mismo, a su adversario, etc.? Sin duda alguna que no se sacrificaría, ni se esforzaría, ni entregaría lo mejor de sí mismo para el bien de su equipo, y para la alegría de los alentadores de su selección. El acto de amor se despliega en distintos órdenes, siendo el primero el amor a Dios, luego el amor a sí mismo, después al prójimo, y enseguida a las cosas y acciones que nos llevan a mantener una buena relación con ellos, por ejemplo, el amor al equipo, a la camiseta, al mismo fútbol, etc.
El fútbol es el deporte más practicado en el mundo.
Su reglamento y su lógica como juego es sumamente sencilla y comprensible para todos.