Colaboraciones

 

Permisivismo y consecuencias

 

 

 

18 enero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

Permisivismo

Detrás de un pluralismo aparente —y real, en otros puntos— los defensores de la sociedad permisiva coinciden en sustituir los valores teocéntricos por valores antropocéntricos, en negar o poner entre paréntesis las exigencias religiosas del hombre en todo cuanto afecte a la coexistencia o convivencia humana. La sociedad secularizada y permisiva ignora totalmente los preceptos de la ley natural. El permisivismo es, en rigor, una ideología, que tiene un punto de partida y un punto de llegada: parte de una consideración amoral de la vida humana y especialmente de la vida de la colectividad, por entender que los valores de la convivencia no poseen, de suyo, ningún determinado contenido; vacía también —teóricamente— de contenidos determinados a las normas jurídicas, para acabar dándoles contenido ético y jurídico muy concreto, según ideologías secularizadas. Su meta característica es desconectar las normas jurídicas de cualquier inspiración de índole religiosa. El objeto del permisivismo es sumamente amplio: se trata de influir en toda la vida social. Por eso se habla hoy de una sociedad permisiva. Tras su talante liberal, los defensores de la sociedad permisiva esconden una mentalidad autoritaria. Y es cosa comprobada que, a medida que la sociedad permisiva arraiga en un país, crece la intolerancia frente a quienes no se someten al conformismo ambiental.

El permisivismo es consecuencia de la desvinculación social. Aquí no hay respeto, sólo hay tolerancia como táctica, simplemente se escucha con la finalidad de descubrir los puntos débiles para dar el zarpazo y anular. No hay diálogo, el trasfondo es de indiferencia. No sorprende que en tales casos surja la típica expresión: «Allá ellos». Se evita cualquier tipo de intervención para no exponerse a perder la calma, realmente en este caso la suerte del otro no importa, en el fondo casi se desea que le vaya mal para quitarlo de en medio.

 

Consecuencias del permisivismo

Son muy variadas, una es el afán de independencia total sin mantener ningún vínculo, entonces la conducta manifiesta absoluto desinterés respecto a las necesidades de los demás, así se instala el individualismo. En estas condiciones, la persona puede llegar a la desvinculación intelectual y afectiva, actitud especialmente peligrosa en personas con alto nivel de rendimiento porque subrayan su superioridad y desprecian las opiniones o los consejos de los demás, están seguros de no necesitarlos. En el terreno moral hacen sus propias reglas, y cuando carecen de orientación en este campo pueden cometer graves errores y defender la inmoralidad como un modo de actuar con creatividad para resolver los problemas. Sin embargo, como todos tenemos una naturaleza sociable, la ruptura con los demás causa un malestar muy íntimo, se cierran los cauces de la ayuda mutua y la vida aparece como un absurdo; da lo mismo vida o muerte, se llega al nihilismo, nada importa, todo es un sin sentido.

Por eso, cuando la tolerancia queda como un absoluto, sin referentes ni vínculos, se propicia el permisivismo. Sólo la tolerancia enlazada con la auténtica libertad, la del respeto mutuo, puede resultar una actitud capaz de enriquecer la vida personal y la comunitaria.

Pero el respeto no se alcanza de modo espontáneo, requiere cultivar la inteligencia y, sobre todo, el corazón. La inteligencia para entender las diversas maneras de resolver los asuntos, para detectar las causas de los errores y distinguirlos de los aciertos. El corazón para compartir el gozo de quien triunfa y para dolerse con quien no sale del error, y, sobre todo, para emprender la ardua tarea de ayudar a cambiar la mediocridad por el empeño de circular por los caminos del bien. Todo ello, especialmente, cuando uno es el equivocado.