Colaboraciones
Educar no es solamente instruir
01 febrero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
Generalmente cuando hablamos de educación nos quedamos con la sola idea de instrucción. Pensar esto es asimilar una parte integrante del término y olvidar los elementos que la comprenden. La instrucción es la comunicación de ideas o conocimientos, como puede ser el teorema de Pitágoras que un profesor enseña a sus alumnos. Estos contenidos se dirigen a la inteligencia; sin embargo, el hombre no es sólo inteligencia, es también voluntad y corazón, y es también un cuerpo; por eso existe también una educación de la voluntad, una educación física, etc.
No es lo mismo instrucción que educación. La instrucción se refiere a los conocimientos que recibe el alumno, como pudieran ser lecciones de Química, Geografía, Literatura o Matemáticas.
La educación es algo más profundo puesto que inculca una serie de hábitos buenos que —a fuerza de repetirse— se transforman en virtudes, como pudieran serlo la honestidad, la fidelidad conyugal, el respeto a la palabra dada, la puntualidad y el buen tino para tomar la decisión más prudente.
En este sentido podemos definir la educación «como el desarrollo de lo humano en el hombre, la promoción de todas sus virtualidades perfectivas que están latentes en su naturaleza humana y le hacen alcanzar el estado de virtud». Últimamente se ha hecho más común emplear el término valor en lugar del de virtud. No es el caso discutir aquí si son o no equivalentes, aceptémoslos como sinónimos siempre y cuando entendamos el valor como una cualidad objetiva de los seres y no como una proyección subjetiva. Un valor debe ser algo necesario y absoluto tanto para el hombre de hoy como para el de mañana pues es un aspecto del bien.
Y habrá un tipo de educación según los diversos valores: educación religiosa, moral, intelectual, técnica, sensible y física.
La educación es el medio propio para que el hombre se perfeccione como hombre, se haga virtuoso, desarrolle los valores que están latentes en su naturaleza. La educación busca dar al cuerpo y al alma —como tan magistralmente lo definió Platón— toda la belleza de que son susceptibles.
La sede principal de la educación es la familia. ¿Dónde se debería desarrollar mejor el ejemplo sino en ella? La familia es la célula originaria y principal de la sociedad. No hay institución que la preceda, la familia nace del matrimonio. Y de la familia nacen las demás instituciones: municipio, Estado, etc. A la familia compete en primer lugar la educación de los hijos y una educación en todos los niveles, aunque para algunos deba servirse de las instituciones que ofrezca el Estado, como las escuelas. Pero esta oferta de Estado no debe negar y anular la prioridad de la familia como educadora, le toca a ella por derecho natural.