Colaboraciones

 

El existencialismo es un humanismo, de Jean-Paul Sartre (I)

 

 

 

03 febrero, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

El libro El existencialismo es un humanismo

Queremos resaltar la importancia de un texto celebérrimo El existencialismo es un humanismo (Edhasa 2006, 128 páginas), publicado en 1946, de Jean-Paul Sartre (1905-1980), uno de los intelectuales más influyentes en el pensamiento occidental del siglo XX y pareja de la también filósofa Simone de Beauvoir.

El existencialismo es un humanismo recoge una conferencia proferida por el propio Sartre en París en octubre de 1945, que fue pronunciada con el objeto de contraargumentar las críticas (principalmente cristianas y marxistas) que había recibido su filosofía.

 

Existencialismo

En el libro aparecen expuestas de una forma clara y accesible, las propuestas fundamentales del existencialismo.

El existencialismo es una corriente filosófica de finales del XIX y principios del XX, cuyas influencias van más allá de la Segunda Guerra Mundial. El existencialismo es sucesor de la filosofía de Nietzsche; no existe como teoría filosófica propiamente dicha, más bien es un conjunto de autores que piensan y viven existencialmente. La más clara influencia de Nietzsche es la negación a considerar el hombre en abstracto, o sujeto de categorías metafísicas. No les interesa qué es el hombre (su esencia) sino profundizar en su existencia real y completa.

 

La respuesta existencialista

La respuesta existencialista es una protesta contra la despersonalización, considerando al hombre como actor de su propia historia. Quieren abandonar la actitud distante de la filosofía tradicional que analiza al hombre como espectador de los acontecimientos. El existencialismo no quiere ser objetivo ni académico; se declara apasionadamente comprometido con el individuo. En síntesis, otorga prioridad a lo siguiente:

 

1.- A la existencia sobre la esencia;

2.- A la vida sobre la razón (rechaza la abstracción);

3.- A la praxis sobre la teoría; y

4.- A la libertad sobre la determinación.

 

Muchos autores han hecho clasificaciones diferentes, que sólo permiten concluir que no existe el existencialismo sino, en plural, existencialismos.

 

Clasificación


Empecemos por exponer una clasificación que distingue tres tendencias:

 

Tendencia amplia: una clasificación excesiva y confusa que pretende incluir como existencialistas a Sócrates, Pascal, Nietzsche y Sartre, entre muchos otros. En realidad, considera existencialistas a todos aquellos en los que predomina la antropología sobre otras posibles «partes» del quehacer filosófico (Mounier).

Tendencia intelectual: o francés (Jacques Maritain), un neotomista, mantiene que ser existencialista es simplemente afirmar la existencia como un acto vivido y ejercido; y, por otro lado, un planteamiento académico que permite desarrollar ideas y teorías.

Tendencia religiosa: unos clasifican los existencialistas según su dimensión religiosa. La respuesta del ateísmo existencial ante la despersonalización (Sartre y Heidegger) y el existencialismo cristiano ante el mismo problema (Jaspers y Kierkegaard).

 

Tipos de existencialistas

Otros autores han distinguido otros tres tipos de existencialistas, fijándose en que el existencialismo no consiste en ser, sino en la relación con el ser:

 

Existencialista negativo, es decir, pesimista porque entiende al hombre dirigido hacia la nada, a la angustia y a la muerte (Sartre).

Existencialista teológico, es decir, optimista por el convencimiento en la existencia de una realidad absoluta que garantiza las posibilidades de realización del hombre (personalismo cristiano).

Existencialista positivo, ni pesimista ni optimista; las posibilidades de realización del hombre son reales, no estando condenados a un fracaso irremediable pero tampoco la realización es infalible (Merleau-Ponty).

 

Todas estas clasificaciones sólo se entienden si distinguimos entre actitud existencial y pensamiento existencialista. Así llamamos existencialistas a los filósofos que mediante el método fenomenológico (Husserl) pretenden un análisis sistemático de la existencia; y filósofos de la existencia a los pensadores que adoptan la actitud que hemos descrito antes, según las   tendencias.

 

Contenidos más importantes del existencialismo

Las cuestiones que resumen los contenidos más importantes del existencialismo son seis:

 

. El uso del método fenomenológico de Husserl como análisis de la existencia humana.

. La distinción entre existencia auténtica y existencia inauténtica, referidas al individuo.

. El principio de que la existencia es anterior a la esencia.

. Interés por el hombre concreto y el sentido de su existencia.

. Interés por el hombre «mundano», que obliga a preguntarse por el sentido del mundo y la historia.

. Interés por el ser angustiado ante el problema de la muerte.

 

El existencialismo es, en general, un centrar el interés filosófico sobre el realizarse, sobre la existencia, la libertad en el tiempo para los hombres.

En El existencialismo en un humanismo, aquel Sartre en la conferencia posterior a la desgracia bélica, continuó enfatizando que el humano es pura subjetividad, conciencia de sí mismo. El humano huérfano inicial de sentido es proyecto que sólo se realiza viviendo, desde su paradojal estar condenado a ser libre. Así, siempre «arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace». Y la acción de hacerse a sí mismo es también semejante al arte, en tanto acto de autocreación.

 

Existencialismo ateo

El existencialismo ateo puso de manifiesto lo absurdo de la existencia humana. El humanismo existencialista de Sartre presenta al hombre como una vana pasión, abocada irremisiblemente al fracaso. Nada ni nadie puede ponerle a salvo, ni siquiera Dios puede ser una respuesta a la humana frustración, porque la idea de Dios es imposible para Sartre (considerado como el representante más significativo del existencialismo ateo francés), dado que en sí mismo implica una contradicción. El hombre sigue siendo lo que es. El hombre debe reencontrarse y persuadirse de que nada le puede salvar de sí mismo.

«Existencialismo ateo», por oposición tanto al marxismo como al existencialismo cristiano de Jaspers y Gabriel Marcel. Hay en toda la obra un empeño profundo en destacar que el existencialismo se presenta como una filosofía con un mensaje opuesto al de la metafísica tradicional y que lleva implícita una manera diferente de situarse ante el hombre. Afirmar que «la existencia precede a la esencia» significa tanto como desmontar el universo estático común a la metafísica escolástica y al mecanicismo.

Pero «el existencialismo ateo que yo represento —afirma Sartre— es más coherente.  Este afirma que, si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el cual la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de ser definido por algún concepto: este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana.  ¿Qué significa en este caso que la existencia precede a la esencia?  Significa que el hombre ante todo existe, se encuentra, surge en el mundo, y que luego se define.  El hombre, según la concepción existencialista, no es definible, en cuanto al principio no es nada.  Será sólo después, y será como se habrá hecho».

 

Libertad humana

El hombre no es una cosa más, sino existencia humana: se realiza a sí mismo sólo a través de decisiones personales por las cuales abraza y logra la plenitud de su propio ser. El puesto principal del pensamiento existencialista lo ocupa, pues, la libertad humana, y, por lo mismo, la acción. Nuestra corruptibilidad está enraizada en la trascendencia, en una dependencia de algo o de alguien que pertenece a un mundo superior.

J. P. Sartre, después de negar la existencia del Donador, para no deberse a nada ni a nadie, cual adolescente sin remedio, para gozar de una libertad y autonomía absolutas, acaba interpretándose a sí mismo como un absurdo, como un ser de azaroso origen, carente de finalidad y de sentido.

El ateísmo es, en Sartre, el fundamento de su concepción de la libertad: puesto que no existen valores «“inscritos en un cielo metafísico”, ni “naturaleza humana” concebida por un Dios, el hombre está totalmente entregado, abandonado a sí mismo: debe elegir continuamente y crear valores. Al contrario, de existir Dios, la existencia de los valores objetivos dispensaría al hombre de la responsabilidad de la elección. El hombre podría “apoyarse” en la cómoda almohada de las certezas dadas; nunca más conocería la “preocupación”, que es la característica del hombre “libre”» (EN, 721,722).

Sobre estas bases Sartre construye su ética social de la libertad: «...Cuando en un plano de total autenticidad, yo he reconocido que el hombre es un ser en el cual la esencia está precedida por la existencia, que es un ser libre que sólo puede querer, en circunstancias diversas, la propia libertad, he reconocido al mismo tiempo que yo sólo puedo querer la libertad de los otros».

Esta ética de Sartre no se funda sobre el objeto elegido, sino sobre la autenticidad de la elección.

Refiriéndose a uno de los inspiradores del existencialismo, Dostoievski, Sartre afirma: «Dostoievski ha escrito: “Si Dios no existe, todo está permitido”.  He aquí el punto de partida del existencialismo.  Efectivamente todo es lícito si Dios no existe, y como consecuencia el hombre está “abandonado” porque no encuentra en sí ni fuera de sí la posibilidad de anclarse. Y sobre todo no encuentra excusas. Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, no podrá jamás dar explicaciones refiriéndose a una naturaleza humana dada y fija; en otras palabras, no hay determinismo: el hombre es libre, el hombre es libertad».

 

En qué modo el existencialismo llega a ser un humanismo

Veamos ahora, en qué modo el existencialismo —que en el fondo es un intento por deducir todas las consecuencias de una posición atea coherente— llega a ser un humanismo. «...el hombre está constantemente fuera de sí mismo; sólo proyectándose y perdiéndose fuera de sí hace existir al hombre y, por otra parte, sólo persiguiendo fines trascendentes él puede existir; el hombre, siendo esta superación, y aprehendiendo los objetos sólo en función de esta superación, está en el corazón, en el centro de esta superación.  No hay otro universo que no sea un universo humano, el universo de la subjetividad humana.  Esta conexión entre la trascendencia como constitutiva del hombre (no en el sentido que se da a la palabra cuando se dice que Dios es trascendente, sino en el sentido del ir más allá) y la subjetividad (en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo, sino que está siempre presente en un universo humano) es lo que nosotros llamamos humanismo existencialista.  Humanismo porque le hacemos recordar al hombre que él es el único legislador y que precisamente en el abandono él decidirá sobre sí mismo; y porque nosotros mostramos que, no dirigiéndose hacia sí mismo, sino buscando siempre fuera de sí un objetivo (que es aquella liberación, aquella actuación particular) el hombre se realizará precisamente como humano».

El existencialismo humanista —que no humanismo existencialista—   permitiría entender que somos lo que hacemos con nuestra existencia y las decisiones que en ella tomamos, siendo por eso que el peso de toda acción recae necesariamente en la propia subjetividad.